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Malvinas 30 años después

La reflexión que, treinta años después, nos deja la guerra de Malvinas es el perjuicio causado por una decisión irresponsable de una dictadura que embarcó al país en una guerra, a todas luces disparatada, que no trajo sino desgracias al pueblo argentino. Y que desde el punto de vista estrictamente diplomático significó el atraso indefinido de la solución pacífica a una controversia que debió plantearse en el terreno de las negociaciones en los foros internacionales pertinentes y no por la vía armada, menos aún conducida por un gobierno carente de legitimidad. El resultado fue que debemos recomenzar casi desde cero mientras los usurpadores siguen saqueando las riquezas del archipiélago y su mar adyacente.

Lamentablemente la sociedad no ha internalizado la guerra y lo que ella significó. Creo que todavía está pendiente, pese a los esfuerzos realizados, una lectura madura, objetiva, completa y comprometida del tema. No bastan las apelaciones emotivas al sentimiento nacional, ni la reivindicación en abstracto de una parte de nuestro territorio usurpado.

Se necesita mayor información a nivel general, más docencia acerca de los móviles y las consecuencias de una guerra perdida, sobre todo en las nuevas generaciones. No olvidemos que han transcurrido tres décadas de todo aquello y hay muchos argentinos que no han tenido contacto directo con el tema sino a través de los medios o publicaciones posteriores. Podría decirse que la gente que tiene 40 años o menos no vivió el tiempo en que ocurrieron los acontecimientos y es la que más necesita de una buena información para comprometerse con la causa Malvinas. En ese sentido es muy bueno que se divulgue masivamente el Informe Rattenbach, ocultado por la dictadura.

El mayor homenaje a los caídos y sus familiares sería universalizar un conocimiento cabal y objetivo de los hechos históricos, de las responsabilidades en juego y de las perspectivas que ofrece hoy en día la causa que sigue más viva que nunca de recuperar nuestra soberanía sobre las Malvinas. Por supuesto, atender a los directos damnificados por la guerra, esto es a los ex combatientes y a los familiares de los caídos. Mucho se ha hecho, pero no siempre de manera integral, sustentable en el tiempo y planificada. No se trata de solucionar el problema por la vía de prebendas, limosnas ni compensaciones que pueden ser un paliativo pero nunca la respuesta ciudadana a una cuestión de Estado que nos atañe al conjunto de los argentinos.

Por cierto, el mayor tributo a los Héroes de Malvinas sería recuperar la soberanía sobre esa tierra donde regaron su sangre y hoy reposan los restos de muchos de ellos.

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