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Muertos en democracia

Los de estas horas no son los primeros. La lista de muertos durante protestas sociales o circunstancias similares en tiempos de democracia es larga y abarca casi toda la geografía del país.

Las primeras muertes, alrededor de 15, se produjeron en el mes de mayo de 1989, durante los saqueos que prologaron la caída del presidente Alfonsín, principalmente en el Gran Buenos Aires y Rosario.

La siguiente víctima fue Víctor Choque, obrero de la construcción muerto en Ushuaia el 12 de abril de 1995, durante un enfrentamiento repelido a balazos por la policía provincial, en tiempos del gobernador José Estabillo. Le siguió Teresa Rodríguez, la piquetera que recibió un balazo en la cabeza durante la pueblada de 1997 en Cutral Có (Neuquén), en contra de la privatización de YPF.

En noviembre del 2000, en otro extremo del país, en Tartagal (Salta), cayó Aníbal Verón, un cesanteado con cinco hijos que reclamaba junto a otros manifestantes en un corte de rutas reprimido por la policía salteña del gobernador Juan Carlos Romero.

El fin de era de los años noventa fue sangriento. Federico Escobar y Mauro Ojeda, cayeron durante un enfrentamiento con la Gendarmería en el puente General Belgrano, que une el Chaco con Corrientes. Fue en diciembre de 1999, a poco de asumir el presidente Fernando De la Rua.

Diciembre de 2001 fue el pico más alto: se reportaron cerca de 40 muertos, cinco en las inmediaciones de Plaza de Mayo, epicentro de la represión, y el resto en distintos puntos del país. En Córdoba hubo dos bajas: David Moreno, de 14 años, y Sergio Pedernera, de 16, quien murió al cabo de un año.

La transición que siguió no estuvo exenta de muertes. Maximiliano Kosteki y Darío Santillán manifestaban en el Puente Pueyrredón, donde los piqueteros fueron dispersados por un operativo conjunto de las fuerzas de seguridad. La represión continuó en las calles de Avellaneda, donde los dos jóvenes militantes sociales fueron asesinados a sangre fría. Fue el 26 de junio de 2002. El trágico episodio impulsó a Eduardo Duhalde, a cargo de la presidencia, a adelantar las elecciones para elegir nuevo presidente.

En la última década siguieron las muertes. El 4 de abril de 2007, durante la presidencia de Néstor Kirchner, cayó Carlos Fuentealba, un docente neuquino que manifestaba junto a sus compañeros y fue abatido por una granada de gas lacrimógeno disparada por un policía. En abril del año siguiente falleció Juan Carlos Erezo, obrero del ajo, convaleciente de las heridas recibidas unos meses antes durante una protesta gremial en Rodeo del Medio (Mendoza). 

Más acá en el tiempo, el 10 de octubre de 2010, Luis Marcelo Cuellar, recibió un balazo que le costó la vida durante una pueblada en Jujuy. Mariano Ferreyra, militante del Partido Obrero, fue asesinado diez días después en la ciudad de Buenos Aires. Pocas semanas más tarde, tres personas perdieron la vida durante el violento desalojo del Parque Indoamericano en la misma ciudad. Casi concomitante con este hecho, hubo dos bajas en la Formosa gobernada por Gildo Insfran, durante un enfrentamiento de la comunidad qom con la policía local.

En julio de 2011, el desalojo de terrenos del Ingenio Ledesma se cobró cuatro vidas, en el partido de Libertador San Martín, en Jujuy. En noviembre, fue el turno de Cristian Ferreyra, militante social, en un paraje rural del norte de Santiago del Estero.

La lista no es exhaustiva. Y ahora hay que sumar 11 víctimas a la fatídica cuenta. Y van…

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