Sus rostros nos resultan familiares. Sus nombres aún más: Saavedra, Moreno, Paso, Castelli, Belgrano. Hay cientos de plazas, escuelas y avenidas que se llaman así. Son los próceres de Mayo, los fundadores de la patria. Sin embargo, lo que pocos saben es que su hora de gloria no duró mucho. Alejados por los menesteres de la guerra algunos, víctimas de enfermedades otros, perseguidos y calumniados los más, uno a uno aquellos hombres fueron desapareciendo de la escena.
Muertes tempranas
Los fogosos Moreno y Castelli tuvieron muertes tempranas. Moreno, derrotado por Saavedra en la puja de poder interno, renunció a su cargo y partió hacia Inglaterra en misión diplomática, falleciendo en alta mar en marzo de 1811 a la edad de 31 años. Envenenado para algunos, para otros víctima de la mala praxis del capitán del barco que le administró un medicamento contraindicado, el numen de la Primera Junta desapareció súbitamente de la escena que dominó durante apenas siete meses, los que van de mayo a diciembre de 1810. Su cuerpo, como era de estilo, fue arrojado al mar, llevándose consigo el secreto de su repentina muerte.
Juan José Castelli murió al año siguiente, el 12 de octubre de 1812, a la edad de 48 años, devastado por las malas campañas del Alto Perú y por un letal cáncer de lengua. Su cuerpo fue sepultado en algún lugar de la Iglesia de San Ignacio de Loyola, en Buenos Aires.
A estas desapariciones tempranas debe sumarse la del sacerdote Manuel Alberti, vocal de la Junta, ocurrida en enero de 1811 también a la edad de 48 años, víctima de un infarto tras una acalorada discusión con el Deán Funes, un tenaz adversario de los morenistas.
Tras la desaparición física y política de Moreno sus amigos corrieron igual suerte. Con la sola excepción del ubicuo Juan José Paso, ningún integrante de la junta volvió a ocupar cargos en los gobiernos que rigieron los destinos de las Provincias Unidas hasta 1820.
Paso, tras integrar ambos Triunviratos, fue luego diputado al Congreso de Tucumán y allí le cupo el honor de dar lectura al acta de Declaración de la Independencia el 9 de julio de 1816. Murió en Buenos Aires el 10 de septiembre de 1833, a la edad de 75 años, alejado ya de toda función pública.
Otro conspicuo y entusiasta patriota de la primera hora, Hipólito Vieytez, enfermo y difamado, murió el 5 de octubre de 1815. Sus restos fueron inhumados en la parroquia de San Fernando, desconociéndose hasta hoy el lugar exacto de su sepultura.
Manuel Belgrano permaneció muy poco tiempo en Buenos Aires luego de la Revolución de Mayo. Marchó al paraguay primero y al Alto Perú más tarde, de donde regresó llevando sobre sus hombros el peso del fracaso de la campaña militar en aquella lejana tierra, convertida ya en una devoradora implacable de hombres públicos. Pobre y olvidado, falleció en Buenos Aires el 20 de junio de aquél año. Sus restos fueron trasladados años más tarde al mausoleo erigido en su memoria en el atrio del convento de Santo Domingo, en la Capital Federal.
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French y Berutti, arrastrados por la caída de Moreno, fueron alejados del gobierno en 1811. Berutti, militar de profesión, fue luego oficial del Ejército de los Andes. Murió en 1841, a los 69 años de edad, hallándose aún en actividad. Domingo French, el otro integrante del legendario dúo, militar también, en 1817 debió exiliarse temporalmente en Estados Unidos junto a Manuel Moreno, hermano de Mariano. Murió en Buenos Aires el 4 de junio de 1825.
Otro vocal de la Junta, Juan Larrea, fue removido de sus funciones, sufriendo además destierro y confiscación de sus bienes. Un par de años más tarde fue uno de los miembros más activos de la Asamblea de 1813, pero en 1815 volvió a sufrir un exilio forzoso. Apartado de la acción política, reanudó sus actividades comerciales, cayendo nuevamente en desgracia durante la época de Rosas. Vencido por la adversidad, se suicidó el 20 de junio de 1847. Tenía 65 años de edad.
Don Miguel de Azcuénaga, el miembro de más edad de la Primera Junta, fue separado de su cargo y no volvió a la política. Murió el 19 de diciembre de 1833 a los 79 años de edad.
Domingo Matheu, pese a ser español, fue otro de los vocales de la Primera Junta. Reemplazó a Saavedra en el ejercicio de la presidencia cuando éste abandonó Buenos Aires. Más tarde fue director de la fábrica de armas. Retirado a la vida privada, murió en 1831, a los 66 años.
Cornelio Saavedra, por fin, el hombre fuerte del primer gobierno patrio, también fue arrastrado por la mala fortuna de las armas criollas en el Alto Perú. Saavedra no pudo disfrutar de su poder y también él fue deportado y sometido a juicio. Años más tarde se le restituyeron funciones militares aunque de escasa relevancia. Murió en 1829 a la edad de 70 años.
El principal aliado de Saavedra, el deán Gregorio Funes, que a poco de hacer pie en Buenos Aires se convirtió en el adversario más enconado de Mariano Moreno, tuvo en aquel iempo una destacada una actuación pública. Falleció en Buenos Aires el 10 de enero de 1829 a los 80 años de edad. Sus restos descansan en el atrio de la Iglesia Catedral de Córdoba.
Epílogo
Podríamos continuar con el relato, pero este rápido paneo del final que le tocó en suerte a los principales protagonistas de la Revolución de Mayo permite comprobar que prácticamente ninguno de ellos logró hacer pie en la convulsionada Argentina de los tiempos fundacionales y que, incluso, varios fueron víctimas de muertes tempranas, destierros y otro tipo de crueldades.
Tuvieron que pasar varias décadas para que los nombres de aquellos personajes subieran al podio de la veneración popular. Hasta que ello ocurrió, vivieron y murieron como hombres de carne y hueso que eran.
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