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Urnas calientes

En el pasado hubo varias elecciones “calientes” en Córdoba. Una de ellas, la de 1935, sobresale por la calidad de los protagonistas y por lo que vino después. Aquella vez se enfrentaron dos verdaderos “pesos pesado”; nada menos que “el gringo” amadeo Sabattini por el radicalismo y José “Tito” Aguirre Cámara por los Demócratas. Igual que en todo el país, aquí también gobernaban los conservadores, pero por derecho propio; a diferencia de otros distritos -como la provincia de Buenos Aires- donde se aplicaba el famoso “fraude patriótico”. Los comicios se realizaron el 3 de noviembre, pero dos domingos más tarde hubo elecciones complementarias en varios puntos del interior. En uno de esos lugares –Plaza de Mercedes, pequeña localidad del departamento Río Primero-, se produjo un tiroteo en el que intervino la policía y hubo varios muertos. Durante el escrutinio la tensión fue en aumento, al punto que el ejército debió custodiar la Legislatura porque circulaba el rumor de que el edificio sería atacado para quemar las urnas. Finalmente se contaron los votos y Sabattini resultó vencedor por escasísimo margen. Los Demócratas aceptaron el veredicto y entregaron el poder como correspondía.

Otra elección memorable fue la de 1946, que marcó el debut electoral del naciente peronismo. Como aún no tenían partido propio, los candidatos de Perón surgieron de una alianza entre la UCR -Junta Renovadora y el Partido Laborista. Los comicios se realizaron en medio de un clima de gran agitación y fueron sumamente reñidos. La fórmula que compusieron Argentino Auchter y Ramón Asís se impuso al binomio radical Antonio Medina Allende- Juan Irós por escasos 183 votos. Sin embargo, esta vez el desaguisado no tuvo que ver con los perdedores, sino que se produjo entre el gobernador electo y su vice, que ni siquiera pudieron jurar ante la asamblea legislativa y lo hicieron por separado. Al cabo de un año la provincia terminó intervenida.

Otro pleito partidario, el que envolvía a la UCR, se dirimió en los comicios de 1958. En esa época el peronismo estaba proscrito y la UCR se hallaba dividida entre Intransigentes y radicales del Pueblo. Con el apoyo de los votos peronistas, aquella vez resultó vencedor el candidato de la UCRI, Arturo Zanichelli, quien derrotó cómodamente a Eduardo Gamond de la UCRP. Sin embargo, igual que había ocurrido antes con los peronistas, Zanichelli, víctima de conflictos internos, no pudo completar su mandato y la provincia fue nuevamente intervenida. En 1962 ocurrió algo curioso: en las elecciones para gobernador, de las que sí pudo participar el peronismo, los radicales, de la mano de Arturo Illia – Justo Páez Molina se impusieron ajustadamente a la fórmula justicialista Berardo – Zuriaga. Sin embargo, estos comicios fueron anulados porque en la provincia de Buenos Aires había ganado el peronismo y se repitieron al año siguiente -sólo que esta vez sin el partido de Perón- y Páez Molina resultó electo gobernador.

La última elección previa al golpe militar de 1976 también fue histórica. Por primera vez –y única hasta el presente- se aplicó en Córdoba el sistema de balotaje. En la primera vuelta, que se realizó el 11 de marzo, la fórmula del Frejuli, integrada por Ricardo Obregón Cano y Atilio López, le sacó una exigua diferencia a la encabezada por Víctor Martínez, que no fue suficiente para alcanzar la mitad más uno de los votos. Recién en la segunda vuelta, que se llevó a cabo cuatro domingos más tarde, quedó convalidado el triunfo del peronismo. Tampoco Obregón Cano pudo terminar su mandato; a los pocos meses el gobierno constitucional fue tumbado por el jefe de Policía, Domingo Navarro.

Desde 1983, año en que los argentinos recuperamos la democracia, los comicios en Córdoba fueron tranquilos. Hasta la de un domingo atrás, la elección más reñida fue la que en 1987 Eduardo Angeloz ganó por alrededor de cuatro puntos a José Manuel de la Sota.

Lo anterior es sólo una apretada síntesis y una muestra de las vicisitudes por las que atravesó la vida cívica en la provincia, que no estuvo exenta de sobresaltos, pero ninguno tan penoso como lo fueron los sucesivos golpes militares del pasado.

Por fortuna, la democracia da la posibilidad de aprender de los errores y mejorar día a día.

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