Miguel Juárez Celman murió el 14 de abril de 1909. Fue gobernador de Córdoba entre 1880 y 1883 y presidente de la Nación entre 1886 y 1890.
Había nacido en Córdoba en Córdoba, en 1844, en el seno de una familia patricia. Estudió en el Colegio Nuestra Señora de Monserrat y se recibió de abogado en 1869. Incursionó tempranamente en la arena política, donde su carrera fue rauda y exitosa: diputado provincial, senador y ministro de Gobierno de Antonio del Viso en 1877. En el siguiente turno, le tocó gobernar su provincia, aplicando el libreto liberal de la llamada Generación del 80, de la que formaba parte, y que le granjearía la oposición del clero. Durante su gestión se destacan la creación del Registro Civil; la creación de escuelas y hospitales, caminos y colonias agrícolas en el interior de la provincia y una reforma constitucional que modernizó el vetusto sistema institucional. De esta época datan obras emblemáticas de la capital cordobesa, como el puente Juárez Celman —hoy Centenario— sobre el Río Primero, y el Parque Elisa —llamado así en homenaje a su esposa Elisa Funes—, rebautizado luego parque Las Heras. Mantuvo una estrecha amistad con José Gabriel Brochero, el cura gaucho.
Articuló la liga de gobernadores que impulsó la candidatura presidencial de su concuñado Julio A. Roca, casado con Clara, hermana de Elisa. Entre 1883 y 1886 fue senador nacional, hasta que, vencido su mandato presidencial, Roca le devolvió el favor político, aceptando que fuera su sucesor.
Sin embargo, la concordia entre ambos duraría hasta que, ya presidente, comenzó a mover las piezas para construir un poder propio. Levantó en soledad el “Unicato” que, más que una estructura de poder, era un estilo concentrado y autoritario de ejercicio de la política. La reacción no se hizo esperar: el primero en acusar recibo fue el propio Roca, quien tomó distancia del gobierno. Lo mismo hicieron otros prominentes dignatarios del Partido Autonomista Nacional —el excluyente oficialismo— y las principales figuras de la oposición: Bartolomé Mitre, Leandro N. Alem, Aristóbulo del Valle y una larga fila de civiles y militares disconformes con el juarismo.
La crisis financiera que atravesaba el país precipitó los acontecimientos. También influyó la virtual ruptura con la Iglesia católica provocada por algunas medidas liberales y seculares, como la sanción de la ley de Matrimonio Civil, que enardeció a la cúpula eclesiástica. Entretanto, la inflación, la emisión de moneda sin respaldo y la deuda externa iban en aumento. Las denuncias de corrupción estaban a la orden del día, lo mismo que las huelgas y las incipientes movilizaciones obreras. La crisis reinante le impedía al presidente cordobés desplegar su espíritu progresista que, sin embargo, asomó en algunas realizaciones de la época.
Aprovechando ese clima belicoso, la oposición convocó a un mitin en el Frontón Buenos Aires, convertido en una flamígera asamblea donde brilló la oratoria de Mitre y Alem, entre otros. Nacía la Unión Cívica. Tres meses más tarde, el 26 de julio de 1890, se produjo el esperado levantamiento cívico-militar, la llamada Revolución del Parque. Hubo enfrentamientos armados durante varios días que dejaron tres centenares de muertos. Las fuerzas leales lograron sofocar el levantamiento, pero el gobierno no pudo sobreponerse. Quedaron para la historia las palabras premonitorias del senador cordobés Manuel Pizarro: “la revolución está vencida pero el gobierno está muerto”. Huérfano de apoyo político y desgastado por los acontecimientos, Juárez Celman presentó la renuncia el 6 de agosto de aquel año. Fue el primer presidente argentino de la saga iniciada por Bartolomé Mitre que no alcanzó a completar su mandato. “Y ya se fue, y ya se fue, el burrito cordobés. . .”, coreaban, exultantes, los porteños que habían logrado sacarse de un encima a un presidente provinciano al que culpaban de todos los males que sufría el país.
El vicepresidente Carlos Pellegrini ocupó la poltrona presidencial y completó el mandato. La Unión Cívica, que se había mostrado eficiente para voltear al gobierno, no lo fue a la hora de unificar una candidatura presidencial y se partió en dos: una fracción liderada por Alem fundó la Unión Cívica Radical y la otra, con Mitre a la cabeza, se entendió con Roca abriendo paso en el siguiente turno electoral de 1892 a la presidencia de Luis Sáenz Peña.
Juárez Celman arrastró en su caída a su hermano, Marcos Juárez, quien en ese momento era gobernador de Córdoba. Luego de abandonar el gobierno se llamó a silencio y no volvió a la actividad política. Tampoco contestó las diatribas, muchas de ellas exageradas, que se echaron a rodar. Se recluyó en su estancia La Elisa, en Capitán Sarmiento, donde pasó sus últimos años.
La historia oficial no fue indulgente con él y hasta hoy su memoria sigue envuelta en el disenso, cuando no en la injuria.
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