Julio Argentino Roca nació en Tucumán el 17 de julio de 1843. Militar de carrera, participó siendo muy joven en la batalla de Pavón y en la guerra del Paraguay, pero su nombre saltó a la fama algunos años más tarde, tras la célebre Conquista del Desierto. En 1874 no debió caerle nada bien a Adolfo Alsina, el poderoso ministro del presidente Sarmiento, que un generalito tucumano, de tan sólo 31 años, criticara su plan para combatir a los indígenas que asolaban la provincia de Buenos Aires. En lugar de cavar zanjones inútiles como proponía Alsina, Roca impulsaba una acción mucho más enérgica y contundente, una verdadera “guerra ofensiva” para terminar definitivamente con los aborígenes.
Muerto Alsina en 1877, el presidente Nicolás Avellaneda designó a Roca ministro de Guerra y aprobó su plan para exterminar a los indios. En julio de 1878, el general tucumano partió hacia los territorios controlados por las tribus más belicosas de las pampas al frente de seis mil hombres bien montados y mejor armados y llevó adelante una arrolladora y exitosa campaña.
Pero Roca era mucho más que un “milico” intrépido. Era, ante todo, un político notable. Aprovechando los lazos familiares de su esposa –Clara Funes, miembro de una de las familias más tradicionales de Córdoba, con quien contrajo matrimonio en 1872–, tejió una sutil red de alianzas y complicidades que a la postre le permitiría alcanzar la ansiada presidencia. Fue su concuñado –Miguel Juárez Celman, gobernador de Córdoba- quien ofició de operador de la Liga de Gobernadores que apuntaló su candidatura, echando por tierra las aspiraciones del mandatario bonaerense, Carlos Tejedor.
Durante la primera presidencia de Roca –liberal en lo económico y autocrática en lo político- se afianzó el modelo de país que en pocos años colocó a la Argentina a la cabeza de los países latinoamericanos y entre los 10 más pujantes del mundo. Durante esa época, funcionó a pleno el modelo agroexportador, basado en la formidable productividad de la Pampa Húmeda y fuertemente impulsado por un contexto internacional favorable. Sin embargo, la renta agraria –que crecía exponencialmente- no se repartía de modo equitativo. Tampoco entonces funcionaba la teoría del “derrame” y los terratenientes se quedaban con la parte del león mientras que la mayoría de la población sufría hambre y todo tipo de carencias.
A pesar de ello, para muchos el período roquista fue la etapa realmente fundacional del país: quedaba definitivamente atrás la lucha contra el indio; se alambraban y mecanizaban los campos; el territorio se integraba merced al tendido de líneas férreas y se mejoraban sustancialmente las comunicaciones. El Estado nacional, por su parte, se expandía hacia las provincias de la mano de numerosas reparticiones nacionales creadas en ese período, mientras oleadas de inmigrantes llegaban al puerto de Buenos Aires y llovían las inversiones extranjeras, especialmente británicas, dirigidas hacia los sectores más dinámicos de la economía, como ferrocarriles y frigoríficos.
Cuando Roca inició su segunda presidencia, en 1898, el país ya no era el mismo. En 1901, a raíz del conflicto limítrofe con Chile, se estableció el servicio militar obligatorio. En este segundo mandato, Roca debió enfrentar una dura resistencia en las calles de los anarquistas y socialistas que habían llegado como inmigrantes trasladando a estas latitudes la lucha anticapitalista que se libraba en Europa.
Roca abandonó el poder en 1904, pero durante largo tiempo manejó los hilos de la política cordobesa. Solía pasar todos los veranos en su estancia La Paz, cerca de Ascochinga, en compañía de sus hijos y nietos. Allí se reunía con sus partidarios cordobeses para pergeñar las estrategias destinadas a conservar el poder en la provincia mediterránea. “La Junta del Amén” les llamaban sus detractores a esos cónclaves campestres donde todos opinaban pero finalmente se hacía lo que Roca decía. Córdoba fue el último bastión roquista hasta que a fines de 1908 la provincia fue intervenida y el gobernador Ortiz y Herrera desalojado del poder. El enfrentamiento que Roca mantenía con el presidente Figueroa Alcorta hizo desvanecer la ilusión de un tercer mandato presidencial. “No sólo uno se cansa de gobernar; también los gobernados se cansan de nosotros”, dijo al regresar de su tercer viaje a Europa, el más largo de todos, en abril de 1911.
Retirado de la política, murió el lunes 19 de octubre de 1914. Tenía 71 años. Con Roca desapareció el último representante de la estirpe conocida como la “Generación del ’80”.
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