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¿Un nuevo ciclo?

La historia argentina puede ser vista como una sucesión de ciclos temporales, según quién detentó el poder en cada período y cuánto duró su permanencia en el mismo.

Así, en la era de la Argentina moderna, puede computarse un primer ciclo hegemonizado por la llamada Generación del ’80, que se extendió alrededor de cuatro décadas, seguido del ciclo radical yrigoyenista-alvearista, que duró 14 años. La restauración conservadora de 1930 se estiró hasta 1943, interrumpida por la revolución de ese año. El primer peronismo —entendido como ciclo histórico— se prolongó por una década, hasta 1955. Lo que vino después fue una inestable sucesión de gobiernos civiles y dictaduras hasta 1983.

Con la recuperación de la democracia recomienza un tiempo histórico que lleva 34 años que, a su vez, incluye al menos tres ciclos desde entonces: alfonsinista, el primero; menemista, el segundo, y kirchnerista, el tercero; de 6, 10 y 12 años, respectivamente. Con distinta suerte y recursos, sus titulares intentaron prolongar la estadía en el poder: tercer movimiento histórico (Alfonsín), re-re (Menem), juego pingüino-pingüina (Néstor Kirchner).

El recambio presidencial de 2015 otorgó la centralidad del nuevo tiempo a Mauricio Macri, vértice de una alianza, Cambiemos, de composición diversa. En las últimas elecciones, la mayoría de votantes renovó aquel crédito, impulsado por expectativas favorables antes que por realizaciones concretas.

El peronismo hoy Las elecciones expusieron sin tapujos el momento complejo que atraviesa el peronismo, atravesado por diferencias internas que, al menos en el corto plazo, asoman como insalvables. De momento, carece de un liderazgo emergente o, en su defecto, de una organización nacional unificadora. Luce, más bien, como un conjunto heterogéneo de realidades provinciales inconexas, sujetas a jefaturas locales.

No es la primera vez que el peronismo pasa por trances difíciles; por lo que sería un error darlo por muerto. A lo largo de su historia, superó circunstancias críticas que pusieron en vilo su vigencia y continuidad. A la represión desatada durante la Revolución Libertadorale siguieron, entre otras, la proscripción dispuesta por los gobiernos civiles y militares que vinieron después, el momento vandorista, el golpe de Estado de 1976 y la derrota electoral de 1983.

Luego del duro revés de aquel año, el surgimiento de la Renovación Peronista liderada por Antonio Cafiero y una camada de dirigentes jóvenes, logró reconciliar al peronismo con la sociedad que le había retirado su apoyo hasta tanto demostrara un compromiso efectivo con los paradigmas del nuevo tiempo democrático. Cuando ese compromiso fue patente, el peronismo volvió al poder en el siguiente turno electoral y gobernó el país durante 24 de los 28 años posteriores.

Desde esa perspectiva histórica —sucintamente planteada—, pasados los ciclos menemista y kirchnerista, el peronismo vuelve a estar al borde de una crisis existencial. Como en 1983, aunque en un contexto diferente, no sólo por el paso del tiempo, sino por las nuevas realidades y actores emergentes.

Alternancia a la argentina El modelo de alternancia bipartidista entre centroizquierda y centroderecha que funciona o funcionó en otros países, hasta el presente no tiene traducción en el nuestro. De hecho, muchos analistas y politólogos alientan esa posibilidad como una forma de conferir estabilidad a la volátil política criolla.

La centralidad que la mayoría confirió a Cambiemos en las dos últimas elecciones no es perenne ni incondicional. La ciudadanía estará atenta a que se concrete el cambio, tal como se le prometió en la hora electoral. El gran desafío del gobierno será, sencillamente, cumplir ese mandato. El ciudadano medio —más que la dirigencia, que probablemente estará más concentrada en el juego de las candidaturas— será el más severo fiscal que tendrá la gestión del presidente Macri.

A su vez, durante la transición, las dos fuerzas tradicionales deberán afrontar sus propios desafíos. El radicalismo, pese a que pudo festejar por ser parte de la alianza oficialista, ocupa un espacio relativamente secundario en el gobierno nacional. El desafío —según lo expresa parte de su dirigencia— es que su centenaria identidad no quede licuada en el nuevo escenario. El peronismo, como se dijo, dependerá de su capacidad para resolver su crisis interna y convertirse nuevamente en alternativa de poder.

La respuesta a la pregunta de si estamos frente a un nuevo ciclo, comenzará a develarse en el 2019; aún es un tanto prematuro para afirmarlo o negarlo. Cómo suele pasar en el fútbol, el destino de Macri depende en gran medida de sí mismo; de que su gestión sea capaz de honrar el crédito otorgado por buena parte de la sociedad, haciendo lo que la mayoría espera de él. Si es así, y ese crédito es renovado, puede que estemos frente a un nuevo ciclo histórico, el cuarto, desde 1983.

En ese caso, la alternancia se producirá cuando este concluya; de lo contrario, la realidad obligará a un reacomodamiento anticipado de las piezas y vuelta a empezar. Un clásico de la historia argentina.

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