El Día del Periodista fue instituido por el Primer Congreso de Periodistas, reunido en Córdoba en 1938. La fecha elegida, 7 de junio, evoca la aparición, en 1810, del primer ejemplar de La Gazeta de Buenos Ayres, medio oficial de la Primera Junta dirigido por Mariano Moreno, pionero del periodismo argentino.
A La Gazeta le siguió una saga medios gráficos que, en los dos siglos siguientes, tuvieron una enorme gravitación en la vida política. Los diarios fueron, hasta la aparición de los medios audiovisuales, el vehículo excluyente de ideas, debates y testimonios de generaciones enteras de argentinos.
A manera de homenaje, lo que sigue es una breve semblanza de hombres cuyos nombres quedaron asociados a los medios que fundaron y a la historia del periodismo en el país.
José Clemente Paz – La Prensa
Uno de los primeros diarios de la Argentina moderna fue La Prensa, fundado en 1869. “Por entonces, José C. Paz vigilaba la marcha de la redacción, de la impresora y junto con su señora Zelmira Días, hasta se ocupaban del liado de los paquetes de ejemplares para su distribución posterior”, informa el sitio oficial del diario para destacar el compromiso del editor con el oficio.
Desde su nacimiento, el diario retrató puntualmente los principales acontecimientos del país, desde la epidemia de fiebre amarilla que asoló Buenos Aires hasta las elecciones presidenciales, al tiempo que extendía su influencia y desplegaba una vasta red de corresponsales en las provincias.
Merced a ese impulso, durante décadas, La Prensa fue el medio preferido por la clase alta y “culta” de la sociedad y, a la vez, eficiente vocero del oficialismo conservador, aunque con llegada a las capas populares.
La política se metió más de una vez con el diario: a su tiempo, el peronismo lo expropió; fue devuelto a sus dueños en 1956, en medio de un confuso procedimiento judicial que refleja Rodolfo Walsh en su libro Caso Satanowsky.
La Prensa sigue apareciendo, pero es apenas un estertor de su época de oro.
Silvestre Rafael Remonda – La Voz del Interior
En 1904, Córdoba aquilataba una bien ganada prosapia en materia de medios gráficos, destacándose Los Principios, vocero del viejo patriciado cordobés y de los círculos confesionales de la época. Sin embargo, faltaba uno que expresara las nuevas ideas en boga, el espíritu plebeyo y transformador de los sectores sociales emergentes de aquella Argentina en construcción.
Fue Silvestre Remonda quien, junto a Juan Dionisio Naso, tomó el desafío de ponerle voz a esa nueva realidad y fundó La Voz del Interior. “Justicia y verdad”, prometía la editorial del primer ejemplar que vio la luz aquel año.
Silvestre Remonda falleció en 1914. El diario, que había conquistado a las capas medias, siguió adelante. Desde entonces, La Voz del Interior estuvo en el centro de la comunicación gráfica de Córdoba y fue la escuela donde se formaron en el oficio muchos periodistas de fuste que después brillaron con luz propia.
Julio César Moreno, recordado periodista de la casa, en su libro La espuma de la cerveza, lo definió como “un diario liberal-democrático, independiente, pero a la vez pro radical y reformista, animado de ideas progresistas y defensor de la enseñanza laica, la Reforma Universitaria y los principios republicanos”. Una impronta que se mantiene, aunque ajustada a la cambiante realidad de los tiempos.
Natalio Botana – Crítica
En la convulsionada segunda década del siglo 20, Natalio Botana, uruguayo de nacimiento, decidió que hacía falta un diario capaz de llegar al corazón del pueblo argentino, donde no calaban los medios tradicionales como La Nación o La Prensa. Entonces, en 1913, fundó Crítica. Paradójicamente, el nuevo diario fue agonalmente contrario a Hipólito Yrigoyen, tanto que el día que el líder radical asumió la presidencia tituló “Dios salve a la república”.
La apuesta de Botana funcionó y el éxito no tardó en llegar de la mano de la legendaria Quinta edición: en 1922, Crítica ya vendía 75.000 ejemplares y reunía en su suplemento cultural firmas emblemáticas de su tiempo como Roberto Arlt, Raúl González Tuñon, Alfonsina Storni, entre otras.
Tuvo puntos altos, como la cobertura de la memorable pelea entre Dempsey y Firpo (1923) y las exequias de Carlos Gardel (1936), postergadas para complacer al diario que había jugado fuerte en la caída de Yrigoyen en 1930.
Natalio Botana tuvo una vida de novela; murió en 1941, en un accidente automovilístico. Después, el diario tuvo un perfil opositor al peronismo y finalmente se lo quedó el gobierno, que a su vez se lo entregó a la CGT.
Dejó de aparecer en 1962.
Roberto Noble – Clarín
Roberto Noble fue un emprendedor de medios periodísticos antes que un periodista propiamente dicho. En la década de 1930 fue diputado por el Partido Socialista Independiente, en el marco de la llamada Concordancia. Años más tarde, fue ministro del gobierno conservador de la provincia de Buenos Aires. En la década siguiente, Noble abandonó definitivamente la actividad política y, en 1945, arremetió con Clarín. Fue el primer tabloide argentino, entre otras innovaciones, y tuvo un tiraje inicial de 60.000 ejemplares.
Noble mantuvo una relación a puro pragmatismo con el gobierno peronista y gracias a su muñeca no corrió la suerte de otros medios y logró consolidar su posicionamiento. Más tarde, el diario se alineó con el desarrollismo y mantuvo ese perfil aún tras la muerte de su fundador, en 1969. En todo ese tiempo, Clarín fue el medio de mayor circulación, y el preferido de la clase media urbana, sobre todo porteña, y tuvo en su plantilla periodistas y caricaturistas de excelencia.
Se caracterizó por tomar posturas definidas frente a los distintos gobiernos, oscilando según el caso entre el apoyo, la neutralidad o la crítica, y por esa razón, a lo largo de los años, ejerció una marcada influencia en la vida política argentina. Jacobo Timerman – La Opinión
“Cuando fundé La Opinión, hacia fines de 1970, hacía 24 años que era periodista político en diarios, revistas, radio y televisión”. Con esas palabras, Jacobo Timerman se presentaba a sí mismo en Preso sin nombre, celda sin número, el relato testimonial del secuestro que sufrió en 1977 en tiempos del llamado Proceso. Periodista de raza, podría agregarse, experto en el difícil arte de dirigir y editar periódicos.
Inspirado en Le Monde, el diario de Timerman tuvo su hora de gloria en la época más turbulenta del país, cuando la violencia era moneda corriente y la sangre corría a raudales. El enorme oficio y fino olfato de su director le permitió al diario surfear en medio del oleaje y dar cabida en sus páginas a plumas del calibre de Tomás Eloy Martínez, Juan Gelman, Osvaldo Soriano y Paco Urondo, entre muchos otros que conformaron ese elenco tan calificado como disímil.
La Opinión –que aparecía de lunes a viernes, en formato tabloide de 24 páginas, casi sin fotografías ni deportes- fue, por lejos, el medio predilecto de intelectuales y militantes de la época.
Tras el cautiverio de Timerman fue expropiado por la dictadura militar, que lo siguió editando hasta 1981. Su fundador falleció en 1999.
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