Hace 205 años, se acercaba la hora del “Vámonos”, como solía decir el general San Martín, en alusión al momento poner en marcha la gran hazaña continental: cruzar la cordillera de los Andes para liberar Chile y luego pasar por mar al Perú, con igual cometido. Todo estaba a punto, supervisado con alta profesionalidad por el Libertador: pertrechos, armamento, cabalgaduras, vestimenta, provisiones; todo.
Sin embargo, faltaba algo muy importante. “Faltábale la bandera, y la hizo enarbolar bajo los auspicios de la divinidad y de la patria con toda la pompa religiosa y militar de un acto solemne”, escribió Bartolomé Mitre, en su Historia de San Martín y de la emancipación sudamericana.
Según la versión más difundida, el 24 de diciembre, San Martín compartió la cena de Nochebuena con altos oficiales del Ejército de Los Andes. Luego del brindis, el anfitrión comentó la necesidad de contar una bandera y les pidió a las damas presentes que la confeccionaran. Les dijo cómo debía ser, de qué colores, y qué símbolos no podían faltar. Su esposa Remedios y las demás aceptaron el desafío, sabiendo que quedaba muy poco tiempo para cumplir el encargo antes de la fecha señalada: el Día de Reyes de 1817.
A la mañana siguiente las señoras recorrieron la ciudad en busca de la tela. No consiguieron el paño celeste en los negocios principales hasta que, casi por azar, dieron con una pieza de sarga de ese color en una tienducha de mala muerte. Se pusieron a coser y bordar día y noche, tarea compartida con tres monjas del Monasterio de la Buena Enseñanza cuyos nombres aporta el general Gerónimo Espejo: María de las Nieves Godoy, Andrea de los Dolores Espínola y María del Carmen del Niño Dios y Correas.
Existe una carta del año 1856 de Laureana Ferrari —una de aquellas damas— contándole pormenores a su esposo, el coronel Manuel de Olazábal. Según su relato, ella proveyó lentejuelas de oro de sus abanicos y una roseta de diamante de su madre para adornar el óvalo y el sol, junto a las perlas de un collar que donó Remedios y otras joyas entregadas por Margarita Corvalán, Narcisa Santander y Mercedes Álvarez. Cuenta Laureana que l óvalo fue dibujado sobre la tela usando como molde una bandeja de plata que otra dama, Dolores Prats, tomó del comedor, y parte de la seda roja usada para bordar el gorro frigio fue hervida en agua con lejía para decolorarla y bordar las manos con un color carne.
La bandera quedó lista. A las 2 de la mañana del 5 de enero de 1817 aquellas insignes patriotas se arrodillaron para agradecer a Dios haberla terminado a tiempo. Todas ellas pasarían a la historia como “las patricias mendocinas”. Ese mismo día la bandera fue bendecida en la Iglesia Matriz de Mendoza, a la vez que se designó a la Virgen del Carmen de Cuyo como Patrona y Generala del ejército, cuya imagen había sido traslada en procesión desde la iglesia de San Francisco en medio del júbilo reinante en las calles.
Según cuenta Mitre, desde un balcón, el Libertador la agitó tres veces en medio de salvas, vivas y aplausos, en tanto que las campanas de los templos echaron a volar. "Soldados: esta es la primera bandera independiente que se ha levantado en América", exclamó esa tarde el Libertador al solicitarles el juramento de lealtad en el campo de instrucción.
Cabe preguntarse por qué la bandera era distinta a la que acababa de oficializar el Congreso de Tucumán luego de declarada la Independencia, si bien ambos pabellones contaban con los mismos colores. La respuesta es que el Ejército de los Andes era una fuerza binacional, integrada en buena parte por soldados y oficiales chilenos, y lo menos que se deseaba era que la gran empresa luciera como una invasión a un territorio ajeno a las Provincias Unidas.
En 1820, concluida la campaña en Chile, el ejército se embarcó hacia el Perú portando una bandera chilena con tres estrellas agregadas, quedando la bandera de los Andes bajo la custodia del gobierno trasandino. Luego de renunciar al protectorado del Perú, al pasar por Mendoza, San Martín puso en conocimiento del gobierno provincial que la bandera estaba en Chile y fue rescatada.
Esa bandera original se conserva y se halla exhibida en el Memorial levantado en el Centro Cívico de la ciudad de Mendoza.
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