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Longevos en la historia argentina

El caso del jurista Carlos Fayt, que con 97 años a cuestas sigue ejerciendo su cargo en la Corte Suprema de Justicia de la Nación, puso sobre el tapete el debate acerca de la longevidad de los funcionarios públicos.

Un breve repaso retrospectivo permite avizorar  que el doctor Fayt ostenta  el record histórico de permanencia de un funcionario en ejercicio, aunque a los efectos comparativos  corresponde tener en cuenta que la esperanza de vida –en todo el mundo, Argentina incluida- se ha venido dilatando notablemente en las últimas décadas, por lo que algunos casos del pasado, si se los ponderara, podrían ser igualmente sorprendentes. Por la misma razón, en pocos años, quizás, este tipo de situaciones se multipliquen.

En efecto, según la Organización Mundial de la Salud, la esperanza de vida en nuestro país es actualmente de 76 años, en tanto que, por ejemplo, en 1914 era de 48,5 años; disminuyendo aún más a medida que nos alejamos en el tiempo. Primer siglo Del período fundacional, los protagonistas que se destacaron por su longevidad  y estiraron su vida pública fueron algunos miembros de los primeros gobiernos patrios, por ejemplo nuestro deán Gregorio Funes (1749-1829), quien se desempeñó hasta 1826 como diputado; lo mismo que Juan José Paso (1758-1833).

La mayoría de los demás –sobre todo los militares- desaparecieron tempranamente de escena. Obviamente, las guerras y las condiciones generales de vida hacían más difícil la sobrevivencia de los hombres públicos durante esos años.

En la etapa organizacional, sobresalen los casos de varios presidentes argentinos que se mantuvieron en el candelero hasta avanzada edad, ocupando diversos cargos hasta casi el final de sus vidas. Por caso, Bartolomé Mitre (1821-1906), quien luego de ocupar la presidencia fue, décadas más tarde, Senador Nacional hasta 1902, cuando renunció a la banca con 81 años cumplidos.  O Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888), el ex presidente que concluyó su periplo como Superintendente General  de Escuelas de la provincia de Buenos Aires entre 1881 y 1882, bajo la presidencia de Julio A. Roca. Contemporáneo de ambos, el codificador Dalmacio Vélez Sarsfield (1800-1875) fue ministro del Interior de Sarmiento hasta 1872.

Menos conocido, Luis Sáenz Peña (1822-1907), fue presidente de la Nación entre 1892 y 1895, renunciando a dicho cargo a los 73 años de edad.  Manuel Quintana (1835-1906), otro presidente argentino, ejerció la primera magistratura hasta su fallecimiento, cuando contaba con 70 años.

Segundo siglo Dos de los presidentes constitucionales más destacados del siglo XX y líderes a su vez de sus respectivos movimientos extendieron su vida pública hasta bien entrados en años. Hipólito Yrigoyen (1852-1933) fue desalojado de su segunda presidencia por un golpe de Estado en 1930, cuando había cumplido 78 años y algunos lo denostaban diciendo que no se hallaba en sus cabales. Juan Domingo Perón (1895-1974), por su parte, falleció siendo presidente de los argentinos a los 78 años de edad, u 80 para algunos historiadores que fechan su nacimiento en 1893. “El Viejo”, lo solían llamar cariñosamente los jóvenes militantes de entonces.

Otros dos ex presidentes que llegaron a convertirse en octogenarios, como Arturo U. Illia  (1900-1983) y Arturo Frondizi (1908-1995), no volvieron sin embargo a ocupar cargos públicos tras ser derrocados en 1962 y 1966, respectivamente.

Más contemporáneos, aunque también octogenarios, Raúl Alfonsín (1927-2009), tras ejercer la primera magistratura, fue Senador nacional hasta el año 2002, abandonando la banca cuando contaba con 75 años. Carlos Saúl Menem (1930), segundo presidente de la democracia recuperada en 1983, con 84 años cumplidos es actualmente Senador Nacional y aspira a un nuevo mandato como gobernador de La Rioja, su provincia natal.

Otros dirigentes políticos longevos, que desempeñaron cargos legislativos hasta el final de sus días o de sus respectivas carreras, fueron, entre otros, Alfredo Palacios (1878-1965), el legendario diputado socialista que falleció ocupando una banca del Congreso Nacional a la edad de 87 años; Carlos Juárez (1917-2010), el cinco veces gobernador de Santiago del Estero, quien gobernó su provincia hasta el 2001, con 84 años cumplidos. En la misma línea, el ex gobernador y dirigente justicialista Antonio Cafiero (1922-2014), quien se desempeñó como Senador  Nacional hasta el 2005, con 83 años de edad. Ese mismo año, a la edad de 91 años, falleció Álvaro Alsogaray (1913-2005), el dirigente liberal que hasta seis años antes había ocupado una banca en la Cámara de Diputados de la Nación.

Como se ve, no aparecen muchas mujeres, probablemente porque la participación del género en la función pública –en los tres poderes, pero especialmente en el Poder Judicial- fue acotada hasta 1983. Un caso emblemático es el de Florentina Gómez Miranda (1912-2011), la longeva dirigente radical alfonsinista que ocupó una banca de diputada nacional entre 1983 y 1991, cuando contaba con 79 años de edad y gozaba de plena lucidez. Magistrados A lo largo del tiempo, el ámbito de la Justicia presenta varios casos de magistrados que estiraron su  permanencia en los estrados hasta el crepúsculo de sus vidas. Empezando por Salvador María del Carril (1798-1883), el primer vicepresidente de la Confederación Argentina quien, años más tarde, fue el segundo presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación en los albores de esta, función que ejerció hasta 1877, con 79 años de edad.

Antonio Bermejo (1853-1929) ingresó a la Corte en 1903, a la que perteneció durante 26 años hasta su muerte, acaecida a los 76 años de edad, siendo presidente de la misma durante los últimos cinco años.

Le sucedió un cordobés de nota, José Figueroa Alcorta (1860-1931), quien también falleció siendo presidente del máximo tribunal, con 71 años cumplidos, y habiendo ocupado durante su vida los tres cargos superiores de la República (Presidente del Congreso, Presidente de la Nación y Presidente de la Corte).

Otro cordobés destacado, José Severo Caballero (1917-2005) integró  la Corte entre 1983 y 1990, presidiéndola durante los últimos cinco años hasta su retiro, a los 73 años de edad.

Más acá en el tiempo, Ricardo Levene (h) (1914-2000) fue miembro del alto cuerpo –que llegó a presidir- en dos ocasiones, la última entre 1990 y 1995, retirándose del cargo con 81 años de edad, no sin recibir presiones. Augusto César Belluscio (1930) se desempeñó entre 1983 y 2005 como miembro de la Corte –que también presidió a su tiempo-, renunciand a la edad de 75 años. Reflexión final Los mencionados –el listado no es exhaustivo, simplemente ejemplificativo-son algunos casos de “gente mayor” que ejerció cargos públicos hasta bien avanzadas sus respectivas vidas, haciéndolo de modo efectivo más allá de valoraciones políticas o éticas. Como pudo apreciarse, la Justicia parece ser un ámbito más propicio para la permanencia de sus integrantes, registrándose varios casos de longevidad en el ejercicio de la magistratura, pero sin alcanzar el record de Fayt.

También el Congreso Nacional, sobre todo el Senado, fungió muchas veces como última escala de la trayectoria política de ex gobernadores y dirigentes de talla.

La conclusión de este sucinto repaso podría ser, entonces, que mientras las facultades mentales se mantengan intactas y el individuo goce de un estado de salud razonable y, sobre todo, de ganas, la edad no es incompatible con el ejercicio de cargos públicos.

Quizás debamos aprender de los pueblos antiguos e incluso de algunas culturas contemporáneas que la experiencia o la edad avanzada no es signo de decadencia sino que suele ser fuente de sabiduría.

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