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Monseñor Enrique Angelelli



El 4 de agosto de 1976 la camioneta Fiat Multicarga circulaba por la ruta nacional 38 que une Chamical con La Rioja. Monseñor Enrique Angelelli y Arturo Pinto, vicario de la parroquia de Aimogasta, regresaban a la capital riojana después de haber estado en aquella localidad recabando antecedentes del reciente asesinato de los curas Carlos de Dios Murias y Gabriel Longueville.


El obispo había iniciado una investigación por su cuenta y llevaba consigo los elementos reunidos durante la visita.


La ruta estaba desierta y el sol de la siesta calentaba el ambiente; todo parecía normal hasta que, a pocos kilómetros de Punta de los Llanos, el vehículo se salió imprevistamente de la calzada y dio varios tumbos. Monseñor Angelelli salió violentamente despedido y su cuerpo sin vida quedó tendido sobre el piso, boca arriba y con los brazos en cruz y la nuca destrozada. Su acompañante sobrevivió milagrosamente. Se cumplía la fatal profecía que muchos habían escuchado pocos días antes de labios de la víctima: “Pronto me tocará a mí”. Tenía 53 años de edad.


Enseguida arribaron al lugar numerosos efectivos de la policía y de la base de la Fuerza Aérea con sede en Chamical, que cercaron el radio del supuesto accidente e impidieron el paso. Llegaron incluso antes que la ambulancia que retiró el cadáver de Angelelli y lo trasladó a la morgue judicial, donde esa misma noche se realizó la autopsia.


Días después, la camioneta le fue restituida y se constató que tanto los frenos como la dirección estaban en perfecto estado. El informe oficial concluyó que el vehículo, pese a que venía a moderada velocidad, se salió de la ruta y al dar el conductor un volantazo para intentar retomarla, se produjo el reventón de un neumático que le hizo perder el control del mismo.


El juez actuante aceptó la versión y cerró la causa sin ordenar ninguna diligencia pericial. Nada se investigó acerca del Peugeot de color claro que, según el cura Pinto, los siguió desde que salieron de Chamical y que incluso intentó encerrarlos, ni tampoco el origen de la explosión o estampido que el sacerdote dijo haber escuchado escasos segundos antes del accidente.


Un pueblo ensombrecido participó de los homenajes y funerales. Los restos de Angelelli fueron sepultados en la cripta de los obispos, en la catedral riojana, siguiendo el ritual reservado a los altos dignatarios.


Un manto de silencio cubrió el episodio y, por descuido, omisión o lo que fuere, muchos indicios y evidencias se perdieron irremediablemente. La Iglesia descartó que se hubiera tratado de un asesinato. El entonces cardenal primado Juan Carlos Aramburu lo negó de plano.


En 1983, con la vuelta a la democracia, se reabrió la causa que al año siguiente fue recaratulada como "Homicidio calificado y tentativa de homicidio calificado". Las ulteriores leyes de Obediencia Debida y Punto Final paralizaron el trámite judicial.


En agosto de 2006, la Conferencia Episcopal se abocó al análisis de un dossier con los resultados de una investigación confidencial que revelaba detalles de lo ocurrido treinta años atrás en los llanos de La Rioja. A partir de entonces la cúpula eclesiástica cambió su postura, admitiendo la hipótesis del crimen.


Entretanto, la causa judicial, reactivada en el año 2005 siguió su curso, y el expediente volvió al Juzgado Federal de La Rioja que, entre otras medidas probatorias, ordenó la exhumación del cuerpo de la víctima para practicar una nueva autopsia, que se llevó a cabo en abril de 2009.


Al año siguiente resultaron imputados por la muerte del obispo varios militares y civiles. En julio de 2014, la Justicia dictaminó que el obispo falleció víctima de "una acción premeditada" y "ejecutada en el marco del terrorismo de Estado". El general Lucio Benjamín Menéndez, excomandante del III Cuerpo de Ejército, y Luis Fernando Estrella, exsubjefe de la base aérea de Chamical, fueron condenados a cadena perpetua, en tanto que otros acusados fallecieron antes del comienzo del juicio.


Semanas antes de la sentencia, el papa Francisco remitió dos documentos hasta entonces secretos que aportaron nuevos elementos de prueba. Se trataba de una carta firmada por el propio Angelelli enviada al entonces nuncio apostólico Pío Laghi en la que advertía estar amenazado y otra carta conteniendo el relato detallado del asesinato de Longueville y Murias.


El 8 de junio de 2018, el Papa reconoció el martirio del obispo Angelelli, declarándolo Beato de la Iglesia Católica, instancia previa a la canonización. La ceremonia de beatificación tuvo lugar en La Rioja el 27 de abril de 2019.


En mi libro “Morir en Grande II” (Ediciones del Boulevard, 2009) le dedico un capítulo: “Morir con la sotana puesta”.

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