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Morir en Julio

Por pura casualidad o por algún extraño designio, cuatro figuras esenciales en la construcción de la política argentina, ligadas a su vez entre sí por lazos familiares, murieron en el mes de julio: Leandro N. Alem, Hipólito Yrigoyen, María Eva Duarte y Juan Domingo Perón.

Tío y sobrino Leandro Alem tenía apenas diez años cuando su padre fue fusilado y colgado en la plaza pública a la vista de todos. Recibió ese castigo por haber tenido que ver con el gobierno de Juan Manuel de Rosas, caído en desgracia tras la batalla de Caseros. A los pocos meses un nuevo integrante repuso la baja en la familia: Hipólito Yrigoyen, hijo de una hermana –Marcelina- del condenado a muerte. No sabemos si su llegada al mundo le sirvió a su joven tío Leandro para compensar parte de la angustia causada por la pérdida temprana de su padre. Lo que sí sabemos es que siempre tuvo hacia ese sobrino una suerte de predilección, tanto que lo protegió y guió sus pasos hasta donde le fue posible. Crecieron juntos, allá, en el barrio de Balvanera, donde vivían los Alem; barrio de taitas y malevos.

Después, fue su tío quien marcó la senda e inició a Hipólito en las artes de la política y quien lo introdujo en el Partido Autonomista siendo muy joven aún. También fue Leandro quien le consiguió el primer trabajo a Hipólito: comisario de Balvanera. Que, igual que su tío, estudió Derecho, aunque casi no ejerció esa profesión.

Los dos participaron activamente de la caída de Juárez Celman y del nacimiento de la Unión Cívica. Y los dos la convirtieron más tarde en Unión Cívica Radical, luego de que los mitristas defeccionaron. Estamos en 1891, cuando los caminos de ambos comienzan a bifurcarse. Las diferencias entre ellos se agrandan poco a poco hasta que, después de un par de revoluciones fallidas, se tornan irreconciliables y saltan a la luz pública. Abrumado por la adversidad y profundamente enemistado con su sobrino, Leandro Alem se quitó la vida el 1° de julio de 1896. Tenía 54 años.

Su sobrino, en tanto, tomaba las riendas del partido y veinte años después llegaba a la Presidencia. Que ocupó no una, sino dos veces. Fue longevo: murió el 3 de julio de 1933, pocos días antes de cumplir 81 años.

Perón y Evita Fueron, sin duda, la pareja más glamorosa del siglo. Él nació en 1895, en medio del jaleo que llevó a Leandro Alem a la desazón y la muerte. Se hizo militar, y cuando ella nació, en 1919, él ya era un oficial con un futuro prometedor. Sin embargo, sus caminos tardarían bastante en cruzarse. Mientras él construía, ladrillo sobre ladrillo, su carrera profesional; ella –que a duras penas pudo llevar el apellido de su padre- soñaba con ser actriz y abandonar Los Toldos, el humilde pueblito donde había nacido. Lo consiguió recién a mediados de los años treinta, cuando él ya estaba casado con Aurelia Tizón y cumplía una misión diplomática en Chile. Nada le fue fácil a Eva Duarte, que debió abrirse camino como pudo en el difícil mundillo del espectáculo, donde apenas llegó a asomar la cabeza de entre el montón.

Después, las cosas se precipitaron en la vida de Perón: quedó viudo, pasó una temporada en la Italia de Mussolini y, de regreso en el país, fue uno de los animadores de la revolución de 1943 que terminó con el régimen conservador. Mientras, el rostro de Eva Duarte aparecía de tanto en tanto en alguna revista.

Los unió una tragedia. Cuando se produjo el terremoto que destruyó San Juan, en 1944, ambos coincidieron en una movida solidaria en el Luna Park, y allí se conocieron. Y pese a que Perón le llevaba un cuarto de siglo, el destino entrelazó sus vidas. Enseguida se convirtieron en una dupla que arrasó con todos los parámetros conocidos y sus carreras fueron igual de ascendentes: él fulminando a sus adversarios en las urnas y ella ganándose para siempre el corazón de los humildes. Reinaron juntos durante seis años, en los que monopolizaron el centro de la escena. Hasta que la desgracia volvió a ensañarse con ella y el cáncer se la llevó de este mundo el 26 de julio de 1952, con apenas 33 años cumplidos.

Él siguió entre los vivos, y en los años que vinieron después le tocó vivir la caída de su gobierno, un largo exilio, un tercer matrimonio y una tercera y azarosa presidencia. Hasta que el 1° de julio de 1974, llegó su hora. Tenía 78 años.

Tal parece que julio los unió a los cuatro a la hora de la muerte. ¿Casualidad o designio?

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