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Presidentes que se enferman

No abundan en la historia argentina: pese a que hubo muchos presidentes con serios problemas de salud, los traspasos formales de mando son contados con los dedos y la mayoría cuando no quedaba otro remedio.

Desde 1983 a la fecha, no se registran licencias ni relevos por razones de salud de un presidente en ejercicio. Si bien Carlos Menem en 1993, como Fernando de la Rúa en 2001, fueron intervenidos quirúrgicamente por obstrucción de la arteria carótida, en ambos casos la recuperación fue rápida y no fue necesaria la delegación del mando.

Para hallar el antecedente inmediato, hay que remontarse a septiembre de 1975, cuando la entonces presidenta María Estela Martínez solicitó una licencia "por razones de salud". La viuda de Perón delegó el mando en el presidente provisional del Senado Ítalo Argentino Luder y se recluyó durante un mes en el hotel de la Fuerza Aérea en la localidad cordobesa de Ascochinga.

Por cierto, las circunstancias del país eran completamente distintas, tanto que corrieron rumores de que esa licencia había sido forzada por los mandos militares e, incluso, se especuló con que la presidenta no volvería a asumir el poder. Sin embargo, lo hizo y pocos meses después fue derrocada por un golpe de Estado.

Juan Domingo Perón falleció el 1º de julio de 1974 siendo presidente en ejercicio. Pese a la gravedad de su estado, no llegó a delegar el mando: uno de los últimos decretos que firmó en su lecho de enfermo terminal fue la aceptación de la renuncia de Héctor Cámpora como embajador en México.

Hacia atrás, el presidente constitucional que abandonó anticipadamente el cargo por severos problemas de salud fue Roberto Ortiz. De origen radical aunque gobernaba en nombre de la llamada Concordancia, Ortiz padecía una diabetes galopante que le ocasionó la pérdida completa de la visión. Pidió licencia en 1940 y, tras su muerte en 1942, asumió en su lugar el vicepresidente Ramón castillo, de origen conservador.

Una década antes, en 1930, el presidente Hipólito Yrigoyen, anciano ya, se hallaba con licencia por enfermedad cuando se produjo el golpe de Estado que puso fin a su segunda presidencia. El día en que se produjo el motín, 6 de septiembre, el vicepresidente Enrique Martínez se hallaba a cargo del gobierno.

Retrocediendo en el tiempo, aparecen las reiteradas licencias solicitadas por Roque Sáenz Peña; tras la última, en 1913, no pudo reasumir y el vicepresidente Victorino de la Plaza completó el mandato. Algunos años antes, en enero de 1906, el presidente Manuel Quintana, aquejado por graves problemas de salud, dejó el cargo en manos del vice, José Figueroa Alcorta, quien tras la muerte del titular ocupó el sillón de Rivadavia hasta completar el período.

Como se verá, los problemas de salud que afectaron a presidentes argentinos se repiten a lo largo del tiempo, convirtiéndose en verdaderas cuestiones de Estado.

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