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René Favaloro, a 20 años de su muerte.



Él, que arreglaba corazones


Murió el 29 de julio de 2000. Había nacido en 1923, en un hogar humilde; el papá carpintero, la mamá modista. Se recibió de médico en la Universidad Nacional de La Plata, su tierra natal, a los 26 años.

Comenzó su carrera profesional en Jacinto Arauz, un pequeño poblado pampeano donde llegó para cubrir una suplencia por algunos meses y se quedó doce años. Allí dio rienda a su perfil humanista y forjó su compromiso con la profesión. Allí aprendió que el acto médico "debe estar rodeado de dignidad, igualdad, piedad cristiana, sacrificio, abnegación y renunciamiento", como solía decir.

Después vino la Cleveland Clinic (Ohio, EE.UU.), donde permaneció una década especializándose en cirugía torácica y cardiovascular. Allí investigó y perfeccionó la técnica del bypass, el procedimiento que cambió el tratamiento de la enfermedad coronaria. El 9 de mayo de 1967 realizó el primer bypass aortocoronario y desde entonces su nombre quedó registrado en las ligas mayores de la medicina mundial.

A su regreso, en 1975, creó en Buenos Aires la Fundación Favaloro, un instituto especializado en cardiología que muy pronto se convirtió en un centro de atención de alta calidad y formación de excelencia de profesionales del país y del exterior.

Hombre formado en principios y valores éticos, se hacía tiempo para ocuparse de los problemas sociales más acuciantes de su tiempo, como la desigualdad social, la marginalidad y la falta de oportunidad de los jóvenes de familias pobres. Su pasión por la historia lo llevó a admirar a San Martín, a quien dedicó uno de sus libros: “¿Conoce usted a San Martín?”. En 1984 integró la CONADEP, la comisión que investigó los crímenes de lesa humanidad cometidos por la última dictadura.

Él, que arreglaba corazones, no supo cómo arreglar las cuentas de la Fundación en una economía cuesta abajo. Docente e investigador a tiempo completo, la situación financiera del instituto se le escapó de las manos. Abrumado por esos problemas y decepcionado por la falta de respuesta a sus reiterados pedidos de ayuda, el 29 de julio de 2000 puso fin a su vida disparándose, paradójicamente, un tiro al corazón.

“Quizá el pecado capital que he cometido fue expresar siempre en voz alta mis sentimientos, mis críticas, insisto, en esta sociedad del privilegio, donde unos pocos gozan hasta el hartazgo, mientras la mayoría vive en la miseria y la desesperación. Todo esto no se perdona, por el contrario se castiga”, escribió en su carta póstuma.


Se lo extraña, doctor, ¡qué falta nos haría tenerlo entre nosotros!

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