Los golpes de Estado y las dictaduras del siglo XX dejaron mal parados a los militares argentinos. Sin embargo, en esa misma centuria, hubo otros que se destacaron por su profesionalidad y compromiso con la soberanía nacional bien entendida, como los que se evocan a continuación.
Enrique Mosconi
El apellido Mosconi es sinónimo de petróleo en la Argentina. Nació en Buenos Aires, en 1877. A los 14 años ingresó al Colegio Militar de la Nación del que egresó con diploma de honor de subteniente de Infantería. A partir de ese momento, su foja de servicios no parará de acumular méritos en una carrera ascendente, cimentada en su temprana vocación por la Ingeniería, que lo llevó, sobre el final del siglo, a desempeñarse en comisiones topográficas e inscribirse en la facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de Buenos Aires, donde se graduó de ingeniero civil.
Su incorporación al arma de Ingenieros del Ejército estaba cantada. Enseguida viajó a Europa, comisionado por el Ministerio de Guerra, donde recorrió varios países y, entre otros menesteres, se perfeccionó en fuentes de energía, adquirió materiales por cuenta del Ejército Argentino y participó de maniobras militares en Alemania y Suiza. En un segundo viaje, con la Primera Guerra en ciernes, Mosconi tomó parte en ejercicios de los cuerpos de zapadores, pontoneros, telegrafistas y ferrocarrileros de Alemania, Francia y Austro - Hungría, que le significaron capacitación en logística militar.
De regreso en la Argentina, comandó el cuerpo de Ingenieros y se desempeñó en el área de Arsenales. Más tarde dirigió la Aeronáutica y dio gran impulso a esa arma incipiente que aún dependía del Ejército.
En 1922 se produce un vuelco fundamental en su carrera: fue nombrado Director General de Yacimientos Petrolíferos Fiscales y dedicó los siguientes ocho años a impulsar el crecimiento de la empresa estatal y la exploración de nuevas áreas petroleras. Enrolado en la corriente de pensamiento nacional, que ligaba el concepto de defensa al de soberanía, Mosconi defendió a capa y espada el control público de los recursos naturales y la empresa estatal acosada por los intereses extranjeros de la época. Cumplió a carta cabal su promesa de romper los trusts que pretendían dominar el mercado de combustibles líquidos. Desde entonces, su nombre quedó ligado a la mejor historia de las empresas estatales argentinas.
En 1930, tras su retiro de la compañía, volvió a Europa, a Italia esta vez, dedicado a estudios de aeronáutica. En 1933 se retiró de la fuerza con el grado de General de División.
Tras una larga enfermedad, Mosconi falleció el 4 de junio de 1940.
Manuel Savio
Hablar de siderurgia en la Argentina conduce sin escalas a Manuel Nicolás Savio. Su pensamiento puede resumirse en una frase pronunciada en 1946, cuando ya había alcanzado el grado de General de División del Ejército: “La del acero es una industria básica sin cuyo desarrollo no puede considerarse que un país ha alcanzado su independencia económica”.
Savio nació en 1893 y se graduó de subteniente en 1910. En 1924, siendo Capitán y profesor de Metalurgia y Acción de Explosivos en el Colegio Militar, viajó a Bruselas (Bélgica) como integrante de la Comisión de Adquisiciones en el Extranjero.
A su regreso, ganado por la idea del desarrollo de la industria pesada como pilar de la soberanía nacional, dedicó sus mejores esfuerzos a llevar a la práctica ese paradigma. Convertido en ingeniero militar, fue el impulsor de la creación de la Escuela Superior Técnica y, más tarde, de la Dirección General de Fabricaciones Militares, el organismo autárquico que por la década del ´30 concentró el manejo de la producción para la defensa en distintos rubros. Córdoba se benefició con tres de aquellos establecimientos emblemáticos, puntales del desarrollo industrial en la provincia: las fábricas militares de Río Tercero, Villa María y San Francisco. En un contexto internacional dominado por la Segunda Guerra Mundial que desabasteció de insumos estratégicos al resto del mundo, Savio, desde su cargo al frente de Fabricaciones Militares, apoyó el desarrollo de la química pesada, la construcción de los Altos Hornos Zapla en Palpalá, provincia de Jujuy, y el avance de la minería bajo la órbita del Estado.
Hasta que la semilla germinó: el 11 de octubre de 1945 se concretó la primera colada de hierro fundido hecha con materias primas nacionales, punto de partida de la siderurgia de bandera. Poco después Savio eleva su Plan Siderúrgico Nacional, convertido dos años después en Ley 12.987 o "Ley Savio", durante la primera presidencia de Juan Domingo Perón. La misma ley que dio nacimiento a SOMISA (Sociedad Mixta Siderurgia Argentina), cuyos altos hornos fueron emplazados en terrenos elegidos por el propio Savio en las proximidades de San Nicolás, provincia de Buenos Aires.
Dirigió con eficiencia y responsabilidad esa empresa estatal hasta que la muerte lo sorprendió el 31 de julio de 1948, cuando muchos de sus proyectos se hallaban en desarrollo y otros tantos en carpeta.
Juan Ignacio San Martín
Juan Ignacio San Martín nació en la Capital Federal en 1904. Llegó a Córdoba en 1944 con el grado de Mayor de la joven Fuerza Aérea para ponerse al frente del Instituto Aeronáutico, continuador de la primitiva Fábrica Militar de Aviones fundada en 1927. Fue él quien durante un viaje a Europa reclutó a Emile Dewoitine, un ingeniero francés que jugó un papel clave en el desarrollo del primer Pulqui, el avión a reacción más avanzado de su tiempo, y a Kurt Tank, el alemán que colaboró en el diseño del Pulqui II.
Su intensa actividad y los logros alcanzados, que pusieron a la Argentina a la cabeza de la industria aeronáutica en la región, le valieron no sólo el ascenso a comodoro, sino que además fue escogido por Juan Domingo Perón, entonces presidente de la República, como candidato a gobernador de Córdoba en las elecciones de 1949.
Una plaza nada fácil para el nuevo oficialismo: en las elecciones de 1946 el peronismo había ganado ajustadamente y al poco tiempo la provincia resultó intervenida. La apuesta funcionó: San Martín resultó vencedor y se convirtió en gobernador, y un año más tarde fue ascendido a brigadier. No completó su mandato, porque en 1951 Perón lo convocó, confiándole esta vez el Ministerio de Aeronáutica, pieza clave del Segundo Plan Quinquenal.
Sin embargo, durante sus dos años y medio de gobierno, el brigadier San Martín dio un fuerte impulso al polo industrial cordobés, sentando las bases de su desarrollo posterior. Dotado de una clara visión industrialista, fue él quien creó, en el seno de la planta de aviones, la Fábrica de Motores y Automotores bajo la dirección del ingeniero Ambrosio Taravella, antecedente inmediato del legendario Iame (Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado), que nació al año siguiente del mismo embrión. Además, resolvió el problema de provisión de energía en Córdoba a través de la Comisión Administradora del Servicio Público de Electricidad, antecesora de la Empresa Provincial de Energía de Córdoba (Epec) fundada en abril de 1952.
Tras la Revolución Libertadora de 1955, que derrocó a Perón, San Martín se retiró de la vida pública. Murió en los Estados Unidos, el 16 de diciembre de 1966.
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