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Un día aciago en la historia argentina


El golpe de Estado puso en marcha una época teñida por delitos de lesa humanidad, supresión de los derechos ciudadanos y censura de toda opinión crítica hacia el régimen. A 45 años, más allá de las distintas lecturas y percepciones posibles, sigue pendiente una reflexión colectiva más profunda.





La secuencia histórica que culmina el 24 de marzo de 1976 en el sexto golpe de Estado del siglo 20 había comenzado mucho antes, en un contexto teñido de violencia.

Tras la muerte del presidente Juan Domingo Perón, en julio de 1974, asumió la presidencia su viuda, María Estela Martínez. Durante su mandato, se profundizaron los enfrentamientos en el seno del peronismo, a la vez que las Fuerzas Armadas y de seguridad tuvieron creciente participación en la llamada lucha antisubversiva. Paralelamente, se puso en marcha la represión ilegal, practicada por bandas amparadas desde sectores del poder, como las Tres A, que actuaban impunemente sembrando el terror.


Desde la otra vereda, las organizaciones armadas -ERP y Montoneros- siguieron adelante con la llamada "guerra revolucionaria", sin considerar que el de María Estela Martínez, más allá de su sesgo reaccionario, era un gobierno civil y de raíz constitucional y que, por lo tanto, no había legitimación para las acciones violentas ni para la puja suicida con el aparato de seguridad que causó un alto costo en vidas de ambas partes. "Cuanto peor mejor", la consigna en boga, traería funestas consecuencias.


En febrero de 1975, un decreto presidencial encomendó al Ejército "neutralizar y/o aniquilar el accionar de elementos subversivos que actúan en la provincia de Tucumán", en el marco del llamado Operativo Independencia. Fue el primero de una saga de decretos que trajo aparejada una injerencia cada vez mayor de las Fuerzas Armadas en las cuestiones de Estado y el consiguiente debilitamiento de las frágiles instituciones republicanas. María Estela Martínez, tras la eyección de José López Rega del gobierno provocada por el tristemente célebre Rodrigazo, había pasado a ser una figura virtual, carente de autoridad e influenciable por los entornos palaciegos y los altos mandos militares.


Entretanto, las fuerzas democráticas y los principales líderes partidarios, sobrepasados por las circunstancias, aunque advertían el previsible epílogo que tendrían los acontecimientos, no atinaron a nada eficaz para evitarlo. La inminencia del golpe flotaba en el ambiente; una semana antes, Ricardo Balbín, el jefe del radicalismo, pronunció un discurso esperanzador por cadena nacional: "Todos los incurables tienen cura cinco minutos antes de la muerte", pero la suerte estaba echada.


Ante la impotencia de la dirigencia política para frenar lo que parecía inevitable, la sociedad quedó desamparada, huérfana de alternativas institucionales; en tanto que el golpismo cobraba cuerpo cada día. Lo que es todavía peor es que algunos creyeron que la salida golpista sería el mal menor, algo de lo que se arrepentirían después. Nadie, salvo sus autores, imaginaban la ferocidad que esta adoptaría.


El argumento de que la lucha antisubversiva tornaba imprescindible la toma del poder por parte de las Fuerzas Armadas es absolutamente falaz por muchas razones; una de ellas, es que la guerrilla estaba prácticamente desmantelada y con muy poca capacidad operativa por acciones fallidas -Monte Chingolo, la más reciente- y las numerosas bajas y, desde el punto de vista político, completamente aislada de una sociedad hastiada de violencia. Cabe señalar que países como España, Alemania, Italia e Irlanda, entre otros, enfrentaban circunstancias similares con la debida firmeza, pero sin violar el orden constitucional y, por supuesto, sin apelar al terrorismo de Estado. Aquí se traspusieron ambos límites a un alto costo.


El otro argumento, referido a la incapacidad o falta de idoneidad de quien ejercía la presidencia de la República, tampoco resulta válido; si bien aludía a un hecho palpable, era subsanable, si hubiera existido voluntad real de salvar las instituciones, adelantando las elecciones, algo que ya estaba en agenda. En ningún caso debe admitirse la supresión de la República como remedio a la incapacidad de los gobernantes de turno.


El sustento ideológico del accionar de la dictadura era la llamada Doctrina de la Seguridad Nacional, el libreto antisubversivo emanado desde los centros de poder para ser aplicado en todo el continente. Mientras los militares se ocupaban de la lucha "antisubversiva", se confiaba el manejo de la economía a un conspicuo representante de los grupos económicos más concentrados, José Alfredo Martínez de Hoz, quien entregó el país al poder financiero y condujo la más regresiva transformación de la estructura económica argentina del siglo, bajo el signo de la especulación, el endeudamiento y el desmantelamiento del aparato productivo nacional.


El golpe de Estado puso en marcha una época teñida por delitos de lesa humanidad, supresión de los derechos ciudadanos y censura de toda opinión crítica hacia el régimen. Durante los meses que siguieron hubo luz verde para el accionar de grupos de tareas que llevaron a cabo secuestros, torturas, reclusión de prisioneros no denunciados a la justicia en campos de detención clandestinos y desaparición de personas. El balance de ese tiempo es asaz doloroso. Son muchos los testimonios y las fuentes que certifican la verosimilitud de los hechos citados, como el Informe de la Conadep (Comisión Nacional para la Desaparición de Personas) que dejó constancia en el "Nunca Más" de los excesos y violaciones cometidas durante el Proceso contra miles de ciudadanos, basados en los testimonios de las víctimas, confirmados en los juicios ulteriores.

A 45 años de aquel día aciago, más allá de las distintas lecturas y percepciones posibles, sigue pendiente una reflexión colectiva más profunda de lo ocurrido durante esos años, además de una real autocrítica de todos los actores y de quienes asumieron una actitud pasiva o complaciente frente al horror.

Sin embargo, desde el punto de vista estrictamente histórico, por tratarse de hechos recientes y permanecer abiertas muchas heridas, el debate permanece abierto.

*Nota para el Diario La Voz de San Justo


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