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Una guerra a dos bandas

La gesta de la Independencia se desarrolló en ambas orillas del río de la Plata. Un 31 de diciembre, hace 194 años, se libró una memorable batalla a las puertas de Montevideo. Desde entonces, el lugar se conoce como El Cerrito de la Victoria.

Tras la Revolución de Mayo de 1810 que desplazó al virrey español, la junta de gobierno de Buenos Aires intentó mantener a la Banda Oriental –como se llamaba entonces al Uruguay– bajo su órbita política, pero no lo consiguió. Pese a que Juan José paso, uno de los miembros más conspicuos de aquella junta, se trasladó a Montevideo y peroró durante horas ante las autoridades del Cabildo, fatigando argumentos de toda índole, no logró que sus miembros adhirieran a la Revolución: en la otra orilla preferían mantenerse fieles a la corona española, al menos hasta que aclarase la situación en Europa.

A partir del fracaso de esas gestiones tempranas, la relación se despeñó y muy pronto se pasó a la vía de los hechos: la flota española bloqueó el puerto de Buenos Aires y, desde las aguas del Plata, hostigaba a los porteños con bombardeos y amenazas de desembarco. En medio del conflicto, arribó un nuevo virrey que venía a reemplazar al depuesto Cisneros. Francisco Javier de Elío –así se llamaba–, desconocido por el gobierno de Buenos Aires, debió instalarse en la capital oriental. El flamante representante de la corona española pretendía ser aceptado como tal y que, además, la junta porteña se sometiese al Consejo de Regencia de Cádiz, último reducto de fidelidad a Fernando VII, el soberano Borbón cautivo de Napoleón Bonaparte.

El que sí respondió al llamado de la Revolución fue José Gervasio de Artigas –un ex oficial de la Guardia Española que por entonces tenía 47 años de edad–, quien se puso al servicio de la Primera Junta y levantó a su gente agitando la bandera de la autonomía oriental. El movimiento insurgente rápidamente cobró fuerza en los pueblos del interior. En mayo de 1811, tras vencer a los realistas en Las Piedras, Artigas, entonado por el triunfo, puso sitio a Montevideo, la plaza más fortificada de la región. De Elío, apremiado, pidió auxilio militar a la corte portuguesa de Río de Janeiro que, ni lenta ni perezosa, aprovechó la ocasión para invadir la Banda Oriental con un ejército de cinco mil hombres.

En realidad, los portugueses de la casa de Braganza nunca ocultaron sus intenciones de adueñarse del territorio uruguayo: no en vano años atrás habían fundado la Colonia del Sacramento. En respuesta a la atrevida movida lusitana, las autoridades porteñas ordenaron a Manuel Belgrano, de regreso del Paraguay, que acudiera con sus tropas en apoyo de Artigas, al tiempo que despachaban refuerzos al mando de José Rondeau. Al poco tiempo, Belgrano fue llamado a Buenos Aires a rendir cuentas de la azarosa expedición al Paraguay y Rondeau quedó a cargo de la jefatura. El clima de guerra se respiraba en el aire. Aquella tensión entre los bandos en pugna se mantuvo hasta octubre de 1811, mes en que, con la mediación del cónsul inglés en Río de Janeiro, se firmó un armisticio entre las partes que puso fin al sitio de Montevideo y, simultáneamente, al bloqueo del puerto de Buenos Aires. Artigas, desairado, desaprobó aquel tratado y se desplazó hacia la provincia de Entre Ríos, arrastrando consigo a gran parte de la población, lo que constituyó una memorable gesta épica que pasó a la historia como el "éxodo oriental". Después de este episodio, la figura del gran caudillo uruguayo se agigantó ante los ojos del mundo, tanto como la desconfianza de los mandos porteños hacia él. Anarquista, le decían. Entretanto, De Elío era reemplazado por otro dignatario español: Gaspar de Vigodet, no ya con el título de virrey, sino con el de gobernador y comandante general. Pese a que en mayo de 1812 se firmó un nuevo acuerdo, estipulando el retiro de las tropas extranjeras, la situación en el país vecino siguió siendo inestable.

El Cerrito La persistente negativa de Vigodet a que la Banda Oriental se incorporara a las Provincias Unidas y la reticencia de los portugueses a evacuar los territorios ocupados pusieron en marcha un nuevo desplazamiento de tropas criollas, esta vez bajo el mando político de Manuel de Sarratea, uno de los miembros del Primer Triunvirato. Artigas no vio con buenos ojos esta medida y la consideró un menoscabo a su autoridad. Sin embargo, pese a todo, siguió subordinado al gobierno de Buenos Aires. La ofensiva derivó en un segundo sitio de Montevideo que contó con el apoyo de Artigas, que para entonces había repasado nuevamente el río Uruguay con su gente. El segundo sitio comenzó el 20 de octubre de 1812, exactamente un año después de que se levantara el primero. Los sitiadores se establecieron en El Cerrito, un cerro de baja altura próximo a la ciudad desde donde vigilaban noche y día los movimientos de los sitiados sin perderse el menor detalle.

Así las cosas, el último día del año 1812 se produjo una salida de los españoles con el fin de quebrar el sitio que llevaba casi tres meses. Aquella escaramuza derivó en el primer combate abierto en tierra uruguaya del que participaron tropas argentinas. La incursión realista tuvo un aparente éxito inicial, ya que el primer embate logró la dispersión de los hombres de Rondeau e, incluso, desató la algarabía detrás de las murallas por lo que se presentaba como un triunfo seguro.

Sin embargo, el jefe patriota, con mucho esfuerzo, logró frenar la huida y reagrupó a sus soldados, quienes, reponiéndose del contraste sufrido, regresaron a la parte alta del cerro donde se libró un encarnizado combate cuerpo a cuerpo, a bayoneta calada, que terminó con la victoria de la gente de Rondeau. Los españoles, superados y vencidos, se precipitaron nuevamente puertas adentro de la ciudad, dejando en el campo de batalla un centenar de muertos y otros tantos heridos.

Desde entonces, el lugar donde se desarrolló la acción fue rebautizado como El Cerrito de la Victoria. Aquella batalla fue un golpe muy duro y un retroceso de los españoles que, un par de años más tarde, perderían definitivamente el control de la Banda Oriental. Mientras tanto, los desencuentros con Artigas y el sitio de Montevideo continuaron durante varios años, pero esa es otra historia...

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